Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
En la novena de Navidad nos invocamos la venida de la Sabiduría porque nos enseña el camino de la prudencia y de la sabiduría.
En el Antiguo Testamento, se lee que la Sabiduría Divina estaba presente en la obra de la creación y está presente en el mundo para ordenar todas las cosas. La Sabiduría fue considerada como el atributo de la presencia de Dios entre los hombres. En el Nuevo Testamento esta posición es superada inmensamente. La Sabiduría de Dios se presenta como una Persona divina, no de manera alegórica, sino en lo real y concreto: es Cristo Jesús, Hijo de Dios, quien encarna toda la Sabiduría del Padre. Es en Cristo Jesús, que la Sabiduría Divina toma carne humana y viene a morar entre los hombres para revelar el camino de la prudencia. Literalmente, la palabra “prudencia” deriva del latín “Prae -video” que significa “ver antes, prever”: ver las cosas desde otra perspectiva, del lado de Dios; ver las cosas en el plan original de amor. Escuchando y contemplando a Jesús, que es la Sabiduría y la Palabra de Dios, el hombre descubre el maravilloso plan de Dios para su salvación, descubre qué esperanza ha recibido.
¡Ven Jesús! Maranatha!
Oración
Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnara en el seno de María, siempre Virgen; escucha nuestras súplicas, y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.