Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.
En la Antifona de hoy invocamos a Cristo como “el renuevo del tronco de Jesé”. El renuevo recuerda el fundamento, aquella raiz sin la cual no hay vida. Esto es para nosotros una clara referencia a Jesús. Si dejamos que Jesús desaparezca de nuestra vida, el mismo fundamento de la vida está perdido y nosotros mismos estamos perdidos. Que sea esta reflexión a acompañarnos durante todo el día, mientras nos dirigimos hacía Él invocándolo como el brote de nuestra raíz.
¡Ven Jesús! Maranatha!
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.
Magníficat
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.
Oración
Señor y Dios nuestro, que en el parto de la Virgen María has querido revelar al mundo entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu gracia para que proclamemos con fe íntegra y celebremos con piedad sincera el misterio admirable de la Encarnación de tu Hijo. Él que vive y reina contigo. Amen.