En su encíclica Quas Primas, el Papa Pío XI proclamó la Solemnidad de Cristo Rey para la Iglesia Universal. Como celebración de dicha Solemnidad, el Santo Padre pidió que la humanidad fuese dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, porque, para que Su Reino pueda venir a la tierra, Cristo debe reinar primero en el corazón de los hombres. El Santo Padre nos recuerda que Cristo es el Rey de los Corazones por su Caridad, Misericordia y Bondad que, en última instancia, “atraerá a todos los hombres a Él, porque nunca se ha sabido, ni se sabrá, que el hombre sea amado tanto y tan universalmente como por Jesucristo.” (Papa Pío XI, Quas Primas).
Al permitir que Jesús tome posesión de nuestros corazones, confiamos en que Él se convertirá en la fuente e inspiración de todos nuestros pensamientos – y acciones, que construirán el Reino de Dios en la tierra, y nos darán la plenitud de la alegría en nuestras vidas.
Ofrezcamos, en esta Solemnidad, la siguiente oración de dedicación de la humanidad al Sagrado Corazón, invitando a Cristo a reinar en nuestras vidas:
Acto de Consagración de la Raza Humana al Sagrado Corazón de Jesús
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos humildemente postrados ante tu altar. Somos Tuyos, y Tuyos queremos ser; pero para estar más seguramente unidos a Ti, he aquí que cada uno de nosotros se consagra libremente hoy a Tu Sacratísimo Corazón.
Muchos, en efecto, nunca te han conocido; muchos también, despreciando tus preceptos, te han rechazado. Ten piedad de todos ellos, Jesús misericordioso, y atráelos a tu Sagrado Corazón. Sé Rey, Señor, no sólo de los hijos fieles que nunca te han olvidado, sino también de los hijos pródigos que te han abandonado; concédeles un pronto regreso a la casa de su Padre, para que no mueran de desdicha y hambre.
Sé Rey de los que son engañados por opiniones erróneas, o de los que por la discordia se mantienen distante. Llámalos de nuevo al puerto de la verdad y la unidad en la fe, para que no haya más que un rebaño y un pastor.
Sé Rey de todos aquellos que todavía están involucrados en la oscuridad de la idolatría o del islamismo, y no rehúses atraerlos a la luz y al reino de Dios. Vuelve Tus ojos misericordiosos hacia los hijos de la raza, una vez Tu pueblo escogido: en tiempos anteriores ellos invocaban sobre sí mismos la Sangre del Salvador; que ahora descienda sobre ellos una fuente de redención y de vida.
Concede a tu Iglesia, Señor, seguridad de la libertad e inmunidad de todo mal; da paz y orden a todas las naciones, y haz que la tierra resuene de polo a polo con un solo grito; alabanza al Corazón Divino que obró nuestra salvación; a Él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.
(Indulgencia plenaria, si se recita públicamente en la fiesta de Cristo Rey)