Queridos amigos,
Toda la humanidad está viviendo un tiempo marcado, día tras día, de intenso dolor, tribulación y sufrimiento de todo tipo, físico y espiritual. Por ende, es sumamente reconfortante saber que, incluso en la emergencia del coronavirus, la Iglesia, nuestra Madre, a través del Decreto de la Penitenciaría Apostólica del pasado 19 de marzo, hace sentir su cercanía, mediante la concesión extraordinaria de indulgencias especiales “a los fieles que sufren la enfermedad del Covid-19, comúnmente conocida como Coronavirus, así como también a los trabajadores de la salud, familiares y a todos aquellos que en cualquier calidad, incluso con la oración, se ocupan de ellos”.
Para recibir la indulgencia plenaria, los fieles que sufran del Coronavirus y los que estén en cuarentena, por orden de la autoridad sanitaria en hospitales o en sus propias casas, podrán recitar el Credo, un Padre Nuestro y una piadosa invocación a la Santísima Virgen María.
La indulgencia plenaria se concede también a todos los fieles del mundo que, con ocasión de la actual epidemia mundial, “ofrezcan una visita al Santísimo Sacramento, o la adoración eucarística, o la lectura de las Sagradas Escrituras durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí”.
Es esta entonces la misión que queremos impulsar:
¡Rezar por los agonizantes con la Coronilla de la Divina Misericordia!
Jesús le prometió a Santa Faustina Kowalska:
“Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma…” (Diario, 811).
Arrodillémonos espiritualmente junto a los cientos de pobres y queridos hermanos y hermanas que cada día pasan a la eternidad, a causa del coronavirus, y que no pueden ser visitados por nadie, ni siquiera por los sacerdotes.
Recitemos para ellos, y espiritualmente al lado de ellos, la Coronilla de la Divina Misericordia!
Además, durante nuestra jornada, incluso entre una actividad y otra, recordemos algunas jaculatorias muy simples, como por ejemplo:
“Jesús y María, los amo, salven almas”; “San José, ruega por nosotros y por todos los agonizantes de este día/noche”.
Con tanto amor, como humildes miembros del Cuerpo Místico en cuyas venas circula la sangre de la comunión de los santos, comprometámonos a hacer nuestra parte para el verdadero bien de todos!
Dios nos bendiga
Y la Virgen nos proteja
Sus Hermanas Misioneras de la Divina Revelación