A través de la adoración de los pastores, obra de Francesco Mancini de 1574, situada en el ábside de la basílica de Santa María la Mayor, imagina entrar en la Gruta de Belén: como el pastor que está de pie a la izquierda, como el niño que dice a su madre de rodillas: “¡Mira el pesebre, hay un niño!”. Ofrece tus pobres ofrendas, pone todo en la cesta de la pobre campesina, que regaló a Jesús dos palomas, ¡adoradlo con su misma devoción!
En lo más profundo de la cueva oscura, una luz ilumina cada rincón como si fuera de día. Observa la delicadeza con la que San José levanta el velo que cubre el misterio de Dios hecho Niño, el pequeño Jesús es coronado por los brazos de María. Escucha el canto de los Ángeles que cantan sin cesar la gloria de Dios. Déjate interrogar por las miradas de José y María: ¿Por qué no entras en la Gruta de Belén? ¡El Dios todopoderoso se hizo pequeño para ti, para que no le tuvieras miedo!
Observa el hueco de luz detrás de José, una puerta al Cielo, iluminada por el cuerpecito desnudo e indefenso del Niño Jesus, que, acostado en el pesebre, emana su luz cálida, que todo lo envuelve y transfigura.
¡Cómo no pensar en la poderosa imagen de la Puerta Santa que nos conduce al Jubileo de 2025, el Santo Padre Francisco la abre precisamente en esta noche de la Santa Navidad de 2024! La Puerta Santa es el signo de ese paso de luz, que se abrió con la encarnación de Cristo y rasgó el cielo con su pasión, muerte y resurrección.
El Señor Jesús es la puerta de la Salvación, nos ha redimido de la esclavitud del pecado, nos ha reconciliado con Dios y con el prójimo, nos llama a encomendarnos a la Iglesia Madre, que con el sacramento de la Penitencia nos lleva a La comunión con el Padre y los hermanos y con la Eucaristía nos da la prenda de la vida eterna.
Anunciamos con júbilo a cada hombre: “¡No temas, que no desfallezcan tus manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, ¡es un guerrero victorioso! El exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor”. (Sofonías 3,16-17).