Jesús fué guiado por el Espíritu Santo en el desierto y tentado por el diablo.
Del Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, conducido por el Espíritu Santo, andaba por el desierto, donde estuvo cuarenta días, siendo tentado por el diablo. No comió nada en esos días; y cuando se completaron, tuvo hambre. Entonces le dijo al diablo: “¡Si eres Hijo de Dios, dile a esa piedra que se hagan un pan!”. Pero Jesús le dijo: “Está escrito que no sólo de pan vivirá el hombre”. Después lo subió a lo alto , y en un instante le mostró todos los reinos de la tierra. Y el diablo le dijo: “Todo este poder te daré, y la gloria de esos reinos, porque se me ha entregado a mí, y yo la doy a quien quiero. Todo eso será para ti, si te postras ante mi”. Pero Jesús le dijo: “Escrito está: adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás”. También lo llevó a Jerusalén, lo puso en el pináculo del Templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios échate para abajo, porque está escrito que mandará a sus ángeles que te guarden y que entre sus manos te alzarán para que no vaya a tropezar tu pie contra alguna piedra”. Pero Jesús le respondió: “Se ha dicho que no tentarás al Señor tu Dios”. Cuando el diablo hubo acabado todas las tentaciones lo dejó por un tiempo.
“No sólo de pan vive el hombre”
(Lc 4,4)
El Evangelio del primer domingo de Cuaresma nos hace meditar las tentaciones de Jesús en el desierto los cuales avienen inmediatamente después del bautismo de Jesús en el río Jordán por obra de Juan el Bautista.
Es precisamente durante su Bautismo que se escucha una voz proveniente del cielo que dice: “Éste es mi Hijo predilecto, escúchenlo” (Lc 3, 22).
Podemos imaginar que al escuchar estas palabras, el rey de este mundo, el demonio, se haya puesto inmediatamente a la obra para combatir a este hombre-Dios que habría de destruir para siempre la misión de las tinieblas.
En este tiempo de meditación y de oración, Lucas enfatiza el hecho de que Jesús no comió nunca; este no comer va más allá de su significado material. El pan, alimento del cuerpo, no le basta al hombre. Cada hombre está formado de un alma y un cuerpo. ¿Cómo puede sólo cuidar de una de las dos partes? Las palabras de Jesús nos hacen comprender que tenemos necesidad de un pan espiritual, sin el cual nuestra alma estará destinada a encontrarse en un desierto sin agua y sujeta a la inclemencia del sol. Sabemos que por estas particulares condiciones atmosféricas, en los tiempos de Jesús el desierto era concebido como un lugar habitado constantemente por los demonios, cuánto más entonces un alma árida, ¡qué terreno fértil será para el rey de este mundo!
Paradójicamente debemos dar a nuestra vida espiritual mayor interés considerando que de nosotros sólo permanecerá nuestra alma, porque como meditamos el miércoles de ceniza, “en polvo nos convertiremos”.
En la segunda tentación Satanás solicita a Jesús adorarlo a cambio del poder y la riqueza, es decir, por la gloria de esta tierra.
Es claro cómo Jesús desarticula inmediatamente la propuesta efímera e ilusoria fatal del demonio. Jesús, como ya había libremente elegido adherirse a la voluntad del Padre encarnándose, ahora nueva y coherentemente afirma, en conformidad con el primer artículo del Decálogo: “Al Señor, tu Dios, adorarás: a Él sólo rendirás culto”. Pero el rechazo de la gloria de este mundo de parte de Jesús nos enseña que no existe gloria mayor que aquella en la que en Cristo estamos destinados. Una gloria que no es ligada al poder, al éxito, al dinero, al prestigio, sino a la cruz y que comprende, por lo tanto, nuestra aceptación libre y confiada a la aceptación de la voluntad del Padre, con la conciencia, como aquella de Jesús, que en los planes de Jesús todo sucede para el bien (Rm 8, 28).
En la última tentación en la cual el demonio lo invita a tirarse de una altura y hacerse socorrer por los ángeles Jesús responde diciendo: « Ha sido dicho: “Non tentarás al Señor tu Dios” ». Una vez más Jesús se apega a la voluntad del Padre y afirma su estrecha confianza en Él abrazando plenamente su misión.
De frente a estas respuestas, el demonio, derrotado, se va.
“Si eres el Hijo de Dios” también hoy, la pregunta dirigida a nosotros cristianos, es poco diferente: “Si de veras tu Dios es… ¿por qué no…?” es un continuo juzgar a Dios, aquello que Él permite o no, en pocas palabras, es una constante intención de poner a prueba a Dios. Pidamos al Señor en los albores de esta Cuaresma que nos ayude a progresar en nuestra vida espiritual y a rechazar las tentaciones del demonio.
Pidamos también al Señor que en este tiempo nos ayude a entrar en este gran Misterio que es su Pasión, Muerte y Resurrección a fin de que nosotros, conscientes del Amor que nos ha rescatado, podamos vivir una vida y una muerte dignas de un discípulo de Cristo.