La Inmaculada Concepción y la Columna de la Plaza de España
La Columna de la Inmaculada Concepción está situada a un costado de la Plaza de España, en la Plaza Mignanelli adyacente, de frente a la embajada española en Roma y también próxima al Palacio de Propaganda Fide.
Fue realizada bajo el proyecto del arquitecto Luis Poletti e inaugurada en año de 1857, el 8 de diciembre, gracias al trabajo de 220 bomberos.
La obra es dedicada al dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pio IX con la Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, según la cual la Virgen es el único ser humano que nació sin el pecado original. Dios, previniendo la caída del hombre, “desde el origen y al inicio de los siglos, eligió y predestinó a su Hijo una madre, de la cual se encarnaría y de la que, en la plenitud de los tiempos, habría de nacer; y, a diferencia de otras creaturas, la hizo signo de tanto amor de cumplirse en ella sola con una singularísima benevolencia. Por esto admirablemente la colmó abundantemente, más que todos los ángeles y los santos, de la abundancia de todos los dones celestes, tomados del tesoro de su divinidad. Así ella, siempre absolutamente libre de toda mancha de pecado, toda bella y perfecta, poseyó tal plenitud de inocencia y de santidad que, después de la de Dios, no se puede concebir una mayor, y fuera de Dios, ninguna mente puede alcanzar a comprender su profundidad” (Const. Ap. Inefabilis Deus).
El origen de la columna es romano, fue de hecho encontrada en 1778 en las excavaciones de Campo Marzio. La estructura está compuesta de un basamento en mármol, sobre el cual está apoyada la columna en mármol cipollino, con 12 metros de largo aproximadamente, sostiene la estatua de bronce de la Virgen, obra de Giuseppe Obici. Siempre sobre el basamento podemos admirar 4 estatuas de bronce que representan a Moisés, el rey David, el profeta Ezequiel e Isaías. Debajo de cada estatua está escrito un versículo de la Sagrada Escritura refiriéndose al dogma de la Inmaculada Concepción.
Bajo la estatua de Moisés podemos leer el versículo del Génesis 3, 15: “yo pondré enemistad entre ti y la mujer”. Como podemos leer en la Innefabilis Deus, los padres y los escritores eclesiásticos enseñaron que con la divina profecía del Génesis 3, 15, “fue clara y abiertamente indicado el misericordiosísimo Redentor del género humano, es decir, el Hijo unigénito de Dios, Jesucristo; fue delineada su Beatísima Madre, la Virgen María; y al mismo tiempo fue abiertamente expresa la enemistad de los dos contra el demonio. En consecuencia de ello, como Cristo, mediador entre Dios y los hombres, asumida la naturaleza humana, destruyó el decreto de condena que había contra nosotros, asociándolo triunfalmente a la cruz; así, la Santísima Virgen, unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, fue junto con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la venenosa serpiente y pisó su cabeza con su pie inmaculado”.
Bajo la estatua del Rey David, considerado el autor de numerosos salmos bajo inspiración divina, está escrito el versículo del Salmo 46, 5: “El Altísimo ha santificado su morada”, refiriéndose a la Virgen María que Dios ha preservado del pecado original, en vista de la encarnación de su Hijo en Ella. De este modo, Dios ha santificado a Aquélla que debía ser digna morada para su Hijo. María así se convierte en la morada viviente de Dios. En Ella mora el Señor, en ella el Señor encuentra el lugar de Su reposo.
Bajo la estatua de Ezequiel se encuentra el versículo de Ezequiel 44, 2: “Esta puerta se cerrará”. También este versículo se refiere a la Inmaculada Concepción de María, como los padres de la Iglesia han afirmado, descubriendo en tal versículo y en otras figuras del Antiguo Testamento: “el claro preanuncio de la excelsa dignidad de la Madre de Dios, de su inmaculada inocencia y de su santidad, jamás sujeta a ninguna mancha” (Const. Ap. Innefabilis Deus).
Finalmente, bajo la estatua de Isaías se ha colocado el versículo de Isaías 7, 14: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo”. Igualmente este versículo ha sido leído por los Padres de la Iglesia en referencia a la Virgen María y a su parto virginal: Jesús nació de María, que ha permanecido siempre virgen antes, durante y después del parto, precisamente porque no fue marcada por el pecado original.
Sobre el basamento se pueden observar cuatro bajorrelieves que representan la Anunciación, el sueño de José, la Coronación de María en el Cielo y la definición del dogma. En cuanto a la definición del dogma remitimos las palabras de la Innefabilis Deus con la que Pio IX proclamó la verdad de la Inmaculada Concepción: “con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los beatos apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, declaramos, pronunciamos y definimos: la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María desde el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en vista de los méritos de Jesús, salvador del género humano, fue preservada inmune a toda mancha del pecado original, fue revelada por Dios y por eso se debe creer firme e inviolablemente por todos los creyentes. Por lo tanto, si alguno (¡Dios no lo quiera!) deliberadamente presumiera algo distinto de cuanto fue definido por nosotros, conozca y sepa que será condenado por su propio juicio, de haber hecho naufragio en la fe, de haberse separado de la unidad de la iglesia…”.
Cada año, el 8 de diciembre, se celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y en la Plaza de España, por la tarde, el Santo Padre se acerca a la estatua de la Virgen para unirse al homenaje de la Ciudad de Roma a María, ofreciendo un cesto de rosas. Estas flores simbolizan el amor y la devoción del Papa, de la Iglesia de Roma y de los habitantes de la ciudad que se sienten espiritualmente hijos de la Virgen María y con esta corona quieren colocar sus ansias y esperanzas a los pies de la celeste Madre del Redentor.