Federico Barocci (1535-1621 circa) es uno de los más importantes pintores manieristas del siglo XVI. Sus obras son caracterizadas por un extraordinario uso del color y la composición de ellas y además de ser fascinantes son también intelectualmente muy interesantes.
El arte de Barocci, miembro de la orden franciscana terciaria, fue evidentemente influenciado por su fe; basta pensar que la mayor parte de sus obras tienen un objetivo religioso. Sus obras maestras en este sentido, fueron ejecutadas con piedad y devoción y son una verdadera y propia “Biblia Pauperum”, o bien una Biblia ilustrada para los pobres. Barocci creía firmemente que la función del arte era la de representar en sus expresiones la Sagrada Escritura, manifestando así la trascendente presencia de Dios visible a los ojos del observador.
La Anunciación, encargada en 1596 por Laura Pontani Coli para la Capilla de la Anunciación, en la Basílica de Santa María de los Ángeles de Asís, es una de las pinturas más renombradas de Barocci que nosotros por tal razón nos preparamos a ilustrar.
Nos encontramos en la casa de la Virgen María. La profunda perspectiva de la pintura hace que el observador se sienta parte de la obra misma.
Observemos atentamente los detalles. De la ventana podemos advertir las torres del palacio ducal de Urbino; sabemos que ésta es la misma imagen de la ciudad que Barocci podía admirar desde su estudio. Otro detalle delicado, posicionado por el artista abajo a la izquierda, es un gato durmiendo en el cesto de costura, simbolizando una gran intimidad. Barocci ha usado estas imágenes familiares para hacer la escena accesible al observador y para transportarlo de la propia vida cotidiana a aquella en el Evangelio.
Es como si entráramos en la casa de María. La Virgen está sola en el acto de contemplar las escrituras y en el momento en el que el Ángel llega, abandona su lectura y pone el libro sobre la mesa detrás. Barocci usa estos detalles para subrayar el estado de ánimo de María, que es Aquella que conserva las cosas del Señor en Su corazón (Lc 2, 19). Desde un punto de vista iconográfico, el libro de las Sagradas Escrituras indica que María es la mujer de la cual el profeta Isaías había dicho: “la virgen concebirá y dará a luz a un hijo que llamará Emmanuel” (Is 7, 14).
Para demostrar que María es “bendita entre las mujeres y la llena de gracia” (Lc 2), Barocci la representa con las facciones de una mujer noble de su tiempo, renombrada por su belleza. En efecto, María tiene una fascinante y serena mirada y sus vestidos de color rojo y azul -que simbolizan Su maternidad divina- dan una luz grandiosa al cuadro entero. He aquí como esta luz que proviene de la figura de María y que ilumina la estancia no indica otra cosa que la llegada de la Luz del mundo a través de la Encarnación.
Regresemos al Ángel Gabriel que se encuentra en el acto de saludar a María, con una expresión que santo Tomás llama “el saludo del Ángel”… “Te saludo, oh llena de gracia” (Lc 1, 28). En la mano del ángel notamos un lirio, símbolo de la eterna virginidad de María. Es por eso que el Ángel se encuentra de rodillas; porque María es la única que es Inmaculada –¡Llena de Gracia y llena de Dios!
Observamos ahora la parte superior de la obra donde admiramos la esfera celeste. Dios Padre, desde los cielos, mira hacia abajo casi atendiendo a la respuesta de María a Su proyecto. La salvación de la humanidad reposa en este libre “SI” de María. Barocci, con su gran habilidad, ha representado toda la tensión del momento; se notan los ángeles a la derecha y a la izquierda de María que parecen alentarla a través de sus plegarias. María entonces responde: “fiat mihi secundum verbum tuum” (Lc 1, 38)- hágase en mí según Tu palabra. Y es así que concebirá por obra del Espíritu Santo.
Es así como esta representación de los detalles sean artísticos, sean doctrinales, hacen que este conmovedor pasaje bíblico sea representado por Barocci de manera excepcional. Su habilidad reside justamente en dibujar escenas que representan la profunda esencia de la vida. Reintroduzcámonos en el marco de la Anunciación. María está ahí, y nos está mostrando la plenitud de la vida, de Su vida. La Virgen se está abandonando con confianza filial a los planes del Señor, está pronunciando su Sí, con la conciencia de que el Señor está por hacer con Ella grandes cosas (Lc 1, 49).