El Angelus fue dibujado en 1859 por Jean-Francois Millet (1814-1875). Este artista pasó su infancia en Francia donde trabajaba en la fábrica de la familia y al mismo tiempo era instruido sobre los clásicos por los sacerdotes de la parroquia local. Millet heredó el talento artístico del padre y ya desde niño representaba imágenes de la Biblia. De modo que sus habilidades artísticas fueron evidentes desde joven. Posteriormente Millet dejó su pueblo rural para acercarse primero a París y luego a Barbizón, donde afinó sus técnicas pictóricas.
El Angelus muestra a dos campesinos que, en un campo, interrumpen su actividad y se recogen en oración. Es obvio que la obra fue inspirada del trabajo que el mismo Millet hizo en el campo. Esta obra, que por parte de muchos críticos es considerada su obra maestra, trasporta al observador a una escena rural de una época ya lejana, donde la vida era simple, marcada por el paso de las estaciones, del repique de las campanas para la oración y para la pausa en el trabajo.
En la obra, nos encontramos en el atardecer y las campanas que anuncian la oración del Angelus de la tarde, hacen oir el retoque de las lejanas campanillas que se entreven apenas en el transfondo. Los campesionos ya han abandonado los instrumentos de trabajo, se recogen en oración al final de su jornada y con gran reverencia inclinan la cabeza y juntan las manos como si estuviesen meditando el misterio de la Encarnación de Cristo. El paisaje que rodea a estos dos personajes presenta de manera magnífica y conveniente el énfasis en la centralidad de la oración. Los instrumentos de trabajo, abandonados sobre la tierra, simbolizan la importacia promordial que cada uno debe dar a Dios frente a cada actividad humana. La escena evoca un fuerte sentido religioso e invita al observador a participar en la intimidad de la oración de los personajes.
El 16 de marzo de 1865 Millet escribió a un amigo, Simeon Luce, describiendo la inspiración lograda para la realización de su obra maestra: “la idea del Ángelus me vino cuando recordaba a mi abuela que, trabajando en los campos, interrumía su trabajo al sonar las campanas para recitar la oración mariana en sufragio de las almas de los fieles difuntos”. Al momento de terminar la obra, Millet pidió al crítico Sensier: “¿Alcanza a escuchar las campanas?” Sensier respondió diciendo: “Es el Ángelus”.
A la luz de estas afirmaciones del artista mismo, podemos sin duda afirmar que el Ángelus, la plegaria mariana por excelencia, ha inspirado esta obra maestra que, por cierto, no podía tomar otra denominación sino aquella de la fuente misma de la que fue captada.