Con motivo de la profunda crisis de fe que le ha tocado a muchas personas, al grado que hoy la fe no se puede considerar un presupuesto obvio del vivir comunmente, el Santo Padre Benedicto XVI decidió de proclamar un año de la Fe para que cada cristiano descubra el camino de la fe.
La Fe es la puerta que introduce a la comunión con Dios y permite el ingreso a la Iglesia. Cruzar el umbral de esta puerta e iniciar el camino de la fe es posible, “cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar de la gracia que trasforma” (Carta Apostolica Porta Fidei, n. 1).
Como escribe san Pablo en la carta a los Romanos, la fe depende la predicación (cf. Rm 10,17), de hecho “¿como invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica?” (Rm 10,14).
El Papa, con este año de la fe, espera la presencia de nuevos proclamadores del evangelio, valientes y atrevidos, llenos de celo por las almas, deseosos de dar a conocer Cristo a quien esta lejano de la fe o de lograr el redescubrimiento de la belleza de la fe a quien piensa de ser ceyente solo por haber recibido el bautismo, pero no hace nada por alimentar su poca fe. Tenemos el deber de anunciar Cristo a un mundo que vive en tinieblas y piensa de estar en la luz.
Todos los cristianos están llamados en primera fila a renovar y testimoniar su fe, “No podemos aceptar que la sal sea insípida y la luz se esconda” (Cf. Mt 5 13-16). El cristiano es como una lampara encendida puesta sobre un candelero para que “ilumine a todos los que se encuentran en la casa” (Mt 5,15). La luz que el cristiano ha sido llamado a difundir a su entorno, no está constituida solo por palabras, si no sobre todo por las obras. Vale más una buena obra hecha por fe y por amor a Jesús, que tantas palabras y enseñanzas no compatibles con las acciones.“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). Como dise Pablo VI: “El hombre moderno escucha con más gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros, es porque dan testimonio”, esto nos debe impulsar a dar siempre y en todo lugar testimonio de nuestra fe.
De una parte “debemos encontrar el gusto de nutrirnos de la Palabra de Dios, trasmitida por la Iglesia de modo fiel, y del pan de la vida” (Carta Apostolica Porta Fidei n. 3), pero de otra parte tenemos necesidad de poner los ojos en quien ha vivído profundamente la fe y de esto ha dado un fuerte testimonio al grado de donar la propia vida.
Iniciemos juntos y con alegría este año de la Fe, pidiendole al Señor que produsca muchos frutos espirituales y que tantas almas lejanas de Dios o simplemente tibias, puedan inflamarse y convertirse a su vez en testigos de la Fe.