El código del amor de Dios
La edad moderna se inicia con el descubrimiento de América en 1492, es en este período histórico que triunfan los valores de la modernidad: el progreso, la comunicación y la razón. Fue en en este tiempo que surge un grande movimiento que marcó la historia en el arte y la renovación de las ciencias tanto naturales como humanas.
Mientras en el viejo mundo, artistas importantes de la talla de Rafael y Miguel Ángel, estampaban la cratividad, la genialidad y la experiencia de muchos años de trabajo en las obras de las Estancias y de la Capilla Sixtina entre los proyectos pictóricos más importantes que se encuentran en el Vaticano; a distancia de pocos años de su descubrimiento en el nuevo mundo aparece una obra que sobrepasa la capacidad intelectiva y la genialidad artistica, una enigmática imagen en la que la persepción visual, la ciencia y la tecnología no han logrado hasta el día de hoy dar una explicación lógica de lo que en realidad se trata. Un hecho que reafirmó la fe en aquellos que hacía poco tiempo habían conocído al verdadero Dios, quien quiso poner bajo la protección de su Santísima Madre, la evangelización de estos nuevos pueblos. Según el documento más antiguo llamado Nican Mopohua escrito en nahuatl, que nos habla de este hecho, relata que el 12 de diciembre de 1531, después de cuatro sucesivas apariciones de la Virgen María al indio Juan Diego, a quien mandó como mensajero ante el obispo Fray Juan de Zumarraga para pedir la construcción de un santuario dedicado al culto mariano, dejó como señal de la petición divina, su misma imagen estampada en la tilma del indio.
Y es este el grande milagro. Podemos seguir constatando la presencia de Dios entre nosotros, que nos habla a través del medio que nos rodea. Como medios materiales la virgen se sirvió de rosas que hizo brotar en el cerro del tepeyac a pesar de la fría estación invernal y la árida región; como lienzo uso la capa de “Juanito el más pequeño de sus hijos”, un tejído de fibras de maguey, que por su origen natural tiene una duración aproximada de 20 años y que ni la persona más ingenua usaria jamás una tela similar para una pintura, y esta se sigue admirando en su estado natural apesar de sus casi 500 años de existencia.
Los símbolos eran una cosa muy importante en el lenguje de los indigenas, que aprendian a comunicarse a través de diferentes códices o palabras que captaban y trasmitian identicamente La Virgen de Guadalupe, según expertos, es un códice en el que cada parte que la conforma tiene un determinado significado. Santa María de Guadalupe vino a evangelizarnos, vino a entregarnos a Cristo y lo hace por medio de un lenguaje universal, el lenguaje de los símbolos.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz” (Ap 12,1).
La Guadalupana es la mujer revestida por el sol que como manto tiene el cielo azulverde turquesa símbolo de la realeza y la virginidad, con la constelación más brillante de aquel año. El rostro de la bella señora y la del ángel bajo sus pies son de personas mestizas como las del pueblo que estaba naciendo. Es una mujer embarazada, evidenciada por la cinta que la ciñe en la parte de arriba de la cintura y analizando el el vestido rosa, su estado de grevidez se muestra en la unica flor de trebol de cuatro pétalos que se encuentra precisamente a la altura del vientre, para los indigenas este tipo particular de flor significaba “simpre en movimiento y el infiníto”, es decir, ella es la madre del eterno. la Virgen pisa sobre la luna, que servia para regular el tiempo, Ella sobre pasa el tiempo. El ángel tiene alas de aguila como el aguila de la fundación de méxico.
Expertos de todo tipo y rango han analizado la imagen llegando siempre a conclusiones dificiles de expresar. Los científicos dicen que efectivamente se trata de una imágen aquiropoieta (es decir, no realizada por mano humana), mientras que expertos histórios del arte declaran, que “se trata de una obra que anticípa los tiempos, un misterio fascinante”.
Ni la creatividad de los artistas más reconocidos del renacimiento, ni el talento de los mejores restauradores del arte han podido igualar la tecnica, el color, la interacción y la fascinación de poder admirar una obra que entre más pasa el tiempo más se regenera y prende vida diciendo a quienes la contemplan: “No estoy yo aqui que soy tu madre”
La intervención de Nuestra Santa Madre Iglesia en la historia de Guadalupe, a trevés del tiempo nombrandola una vez, “Patrona y Emperatriz de las Americas” y después, “Misionera Celeste del Nuevo Mundo”, atesta que “Es un signo de comunión y de unidad de todos los que tenían que vivir y convivir en esta tierra” (B. Juan Pablo II, misa de beatificación de Juan Diego).
Dirijamos la mirada hacia Nuestra Celestial Madre Maria de Guadalupe y pidamosle su protección, especialmente en este año de la fe, así como ha sido la fuente de fe en en el nuevo mundo, refuerze la fe en el mundo entero: “Santa Maria de Guadalupe salva nuestra alma y aumenta nuestra fe”.