Todo conduce al bien para quién tiene Fe y ama a Dios (cfr. Rm. 8,28); con esta certeza debo orar al Señor y pedirle: “¿Señor, que cosa quieres que yo haga?” Si he entendido en la vida esto, esto, y esto otro; si han estado situaciones que me han llevado a ciertos lugares, y me han dado cierto tiempo de experiencia, ¿Señor que cosa quieres que yo haga? De éste modo se madura y se pueden hacer cristianamente las elecciones auténticas y constructivas.
Fuera del camino trazado por Dios para mí y escrito en mi corazón, yo expondré mi existencia al fracaso. ¡Es por esto que hay tanta infelicidad en el mundo!, porque no se está en el puesto propio. La felicidad, consiste en estar en el puesto que Dios ha escogido para mí.
Todas las vocaciones que Dios da, están escritas en un grande proyecto de caridad universal y de amor. Pensemos en un concierto; si cada músico suena bien su propio instrumento, violín, flauta, etc., según la partitura que le ha sido asignada, al final se realiza una sinfonía maravillosa y armónica. El músico, de manera particular se realiza en su ser, y al mismo tiempo realiza la armonía de la opera.
La vocación de cada persona es como la partitura de una opera y como los instrumentos musicales, cada una es necesaria en el grande concierto de la iglesia y de la vida, para realizar la armonía personal y del cuerpo eclesial.
Ningún hombre esta solo, por que es parte de un continente, y cada uno es administrador por el bien de todos: la tarea confiada a uno solo, es en función de los demás, y la tarea confiada a los demás, es en función del que esta solo; solo así se consigue la plena eficacia del cuerpo místico. Sobre esto se funda la doctrina social cristiana, que nace de una conciencia de Fe.
Si yo hago de mi existencia un don para los demás, me encontró a mi mismo, y mi felicidad.
¡La Vocación, entonces, es un Don de Dios para mi felicidad!
Respondamos como María: “He aquí la esclava del Señor” (Lc.1, 38) y como Jesús, que dice de si mismo: “El Hijo del hombre, no ha venido para ser servido, si no para servir” (Mc.10, 45)