En los explendidos mosaicos de la Basílica de Santa María Mayor, en Roma, se narra la vida de María, en particular, el mosaico central inferior que representa la “Dormitio Mariæ”
Desde los primeros siglos en la Iglesia se cree que la muerte de María, o sea su paso de la vida terrenal a la vida divina, ha sido un adormentarse en el Señor.
El autor del ciclo mariano de los mosaicos del ábside es el fraile franciscano Jacopo Torriti, que bajo las ordenes del primer pontífice que provenía del orden franciscano, el papa Nicolás IV (1288-1292) realizó tales mosaicos en el año 1296.
La tradición afirma que María transcurrió los últimos años de su existencia en Éfeso (actual Turquía). Jesús desde la cruz le confió a su madre al Apóstol Juan, «desde aquel momento, la recibió en su casa» (Jn 19,27). El día del tránsito de María al cielo, llegaron todos los Apóstoles, ellos, que después de la Pentecostés se habían separado en varias partes del mundo para anunciar el Evengelio, pero habían sido advertidos por un ángel del Señor de la próxima partida de María y rápido iniciaron el viaje para reunirse entorno a la Madre de Jesús. Todos se recordaban de como la experiencia de la cruz los había inducido a abandonar a Jesús, pero precisamente entorno a María encontraron el valor de permanecer unidos esperando la venída del Espíritu Santo, el día de la Pentecostés.
En el explendido mosaico de la “Dormitio Mariæ”, encontramos a los doce apóstoles reunidos entorno al cuerpo de la Madre del Señor, que está estendido sobre una cama blanca adornada con piedras peciosas, con el rostro sereno y los brasos cruzados sobre el pecho. La túnica de púrpura y el manto azul indican la dignidad real. En la parte de la cabeza de la Virgen, vemos a San Pedro con la barba blanca y en la mano un incensario, el está ofreciendo el último homenaje a la Madre del Verbo, incensando su sagrado cuerpo. De la parte opuesta, a los pies de María, se ve el Apóstol Pablo, en actitud de adoración, él se caracteriza por la barba a punta y la cabeza calva. En segundo plano cerca de la almohada de María, se nota el Apóstol Juan que llorando se inclina sobre el cuerpo de la Virgen.
Situado en el centro de la composición, está el Señor resucitado, rodeado por un ejercito de ángeles encerrado en una aureola de arco iris, está vestido con ropa real, coronado con una aoreola marcada con la cruz, Èl estrecha con afecto entre sus brazos una niña vestida de blanco: es el alma inmaculada de la Virgen María. Jesús recibe a María entre sus brazos del mismo modo, en el cual su Madre lo había recibido cuando Él, pequeño e indefenso se hizo niño por voluntad de Dios.
El clímax de la historia está el mosaico de la parte superior, donde el Redentor corona a María; los dos estan sobre el mismo trono, representado con la forma de tálamo nupcial. Esta escena de gloria representa las bodas eternas entre el Hijo de Dios y la humanidad redimida por el sacrificio de la cruz. Jesús tiene en la mano izquierda un libro abierto en el cual esta escrita una frase tomada del libro del Cantar de los Cantares, el poema de amor entre Dios y la humnidad: «¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!».
La asunción al cielo de María en cuerpo y alma expresa y anticipa el destino del hombre, que es compartir la vida divina. Esto es posible porque la muerte ha sido vencida por Cristo; y María asunta al cielo es la primera creatura humana que alcanzó el sublime objetivo al cual la humanidad entera ha sido llamada.
¡La ““Dormitio de María” es para nosotros una garantia y certeza que nuestro cuerpo ha sido llamado a la resurrección!.