La fuente de San José fue realizada en el 2010 por los arquitectos José Facchini y Bárbara Bellano en colaboración con el artista Franco Murer. Es con ésta que el número completo de las fuentes de la Ciudad del Vaticano alcanzan el número cien. Esta obra, a pesar del enorme número de fuentes en el Vaticano, fue encomendada para los jardines papales que, de por sí vastos en su patrimonio artístico, le faltaba todavía un monumento en honor al patrón de la Iglesia Universal. La realización de la obra que lleva impreso el escudo y la dedicatoria, representa también un claro homenaje al Papa Benedicto XVI, cuyo nombre de bautismo es José.
La fuente es una obra armónica realizada en mármol y granito. El agua sale de una simple roca situada en el centro y termina en una elíptica delante de los estanques. Sobre el estanque más imponente le fue colacado otro de medida inferior. De éste, el agua, para alcanzar el estanque más grande, se plega en una pequeña cascada. La fuente además es circundada por el verde de los jardines vaticanos que la hacen un sitio ideal para la oración y la meditación.
La iconografía de la fuente es simple más al mismo tiempo, profunda. El agua burbujeante representa el agua viva que Cristo da, que bulle para la vida eterna (Jn 4, 14). Las paredes detrás de la fuente aparecen al observador como los antiguos pergaminos de las profecías que, a través de los profetas, hablan de los planos de Dios y de Su voluntad de querer revelarse a través del Mesías que nacería de la estirpe de David. Todo esto se cumple por medio de la correspondencia de José a la voluntad de Dios.
Las seis escenas representadas sobre las paredes detrás de la fuente muestran la vida de San José referenciando el Evangelio de san Mateo y de san Lucas. Por esto encontramos tras las imágenes el compromiso de José y de María, el sueño de José, el nacimiento de Jesús, la huida de Egipto, el encuentro de Jesús entre los doctores, en fin, la labor de José de Nazareth.
Poniendo mayor atención a las escenas que representan la vida de San José nos impacta el aspecto tal vez más fascinante de la obra entera: el padre putativo de Jesús es representado como un hombre fuerte, vigoroso, que toma a su cuidado la Santa Familia y al mismo tiempo contempla y corresponde a los planes de Dios.
El panel que representa el sueño de José muestra la escena narrada en el Evangelio de Mateo en el que el ángel aparece en sueños a José para revelarle el misterio de la gravidez de María. José es retratado en primer plano, perdido en un sono inquieto y al Ángel se le puede observar en el momento en que toca su espalda para darle seguridad.
¡Ésta es la anunciación hecha a san José! Todavía es emblemático notar cómo san José no responde con palabras sino con acciones. He aquí que los paneles restantes muestran cómo él se prodiga en el seguimiento de su vocación consistente en ser el esposo de María y el custodio del Hijo de Dios.
El último panel nos muestra un momento en la vida íntima en el laboratorio de carpintería de José. Aquí está representada la grandeza de su vocación. Jesús es llamado el hijo del carpintero (Mt 13, 55) precisamente por haber tomado de José a través de tantas jornadas transcurridad con él, el arte de este bella tarea. Es aquí, en el último panel, donde se encuentran juntos trabajando como padre e hijo. Fue precisamente aquí, cumpliendo estos deberes ocultos a los ojos del mundo que Jesús, bajo la guía de san José, crecía en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres (Lc 2, 52).
Inmersa en los jardines vaticanos, tras la basílica de san Pedro y la Gubernatura, la fuente de san José nos recuerda que éste es un gran santo, patrón de la Iglesia, hombre que vivía su trabajo y sus acciones cotidianas inmerso en un silencio orante, que tomó bajo su cuidado y guía a la Iglesia hacia la patria eterna.
La fuente de San José es ciertamente para todos nosotros, aquello que el Papa Benedicto XVI define “un símbolo de referencia para los valores de la humildad y de la simplicidad en el cumplimiento diario de la voluntad de Dios.”