La narración más antigua de la institución de la Eucaristía es la que San Pablo hace en la primera carta a los Corintios. Esta narración es parte de un contexto de reprensión por los abusos en contra de la caridad que los corintios hacian respecto a los más pobres e indigentes. En sus banquetes fraternos que seguian después de la Eucaristía y que tenían la finalidad de recordar las circunstancias historicas en las cuales la Eucaristía había sido instituida o de satisfacer las necesidades de las personas en la comunidad, se asistia a divisiones y a comportamientos faltantes de caridad hacia los más pobres que no tenian nada de comer, mientras que los ricos hacían sus banquetes. San Pablo reprende a los Corintios, haciéndoles entender que ese no era el modo justo para disponerse a la Cena del Señor y para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, alimento de vida eterna y escuela de caridad. San Paoblo narra lo que sucedió durnte la Cena del Señor, recordandoles así a los corintios la razón de sus reuniones: “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido” (v.23). El binomio “recibir-transmitir”, tomado del vocabulario de la tradición rabínica, expresa la fidelidad a un dato recibido: Pablo, ha trasmitido, lo que él primero ha recibido, es decir, “El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía».Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva (vv. 23-26). La formula de la consagración del pan: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes» (v. 24) expresa bien el aspecto de sacrificio y de redención del rito eucarístico y la presencia real de Cristo. Con respecto a la consagración del caliz, San Pablo usa una formula diferente a la que usa San Mateo (26,26 ss) y San Marcos (14,22 ss) diciendo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza», poniendo de esta forma el acento en la nueva aleanza con la cual Cristo, con su sangre, sustituye la antigua aleanza, también esa estipulada con sangre, entre Dios e Israel. Ya sea después de la primera formula, que después de la segunda, a diferencia del Evangelio de San Lucas (22,19 s), San Pablo agrega: «Hagan esto en memoria mía» (vv. 24.25). de este modo San Pablo subraya que el rito Eucarístico es el memorial de la Ultima Cena que se diferencía del rito sacrifical del cordero del Antiguo Testamento, en el cual se recuerda la liberación de los Hebreos de Egipto. En el Antiguo Testamento el Cordero Pascual era solo el recuerdo simbolico y evocador, mientras que la celebración Eucarística realiza y reproduce el sacrificio de Cristo. Es una memoria no solo evocativa, sino creadora del hecho al cual se refiere.
Juan Pablo II afirma en la enciclica “Ecclesia de Eucharistia” que en la celebración eucarística el sacrificio rendentor de Cristo “se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado… En efecto, «el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio»… el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se actualiza siempre en el tiempo” (n. 12). Si se tratara solo de una presencia simbolica, San Pablo no podria decir que “Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (1Cor 11,27). Ahora, para que el rito eucarístico sea verdadero memorial, es necesario que quien lo cumple se haya invertido en Cristo mismo de un poder especial de consagración. Las palabras pronunciadas por Jesús en la Última Cena: “Hagan esto en memoria mia”, eran dirigidas solo a los apóstoles que en aquel preciso momento fueron ordenados sacerdotes por el mismo Cristo. Es por lo tanto, el sacerdote ministerial quien «cumple el sacrificio Eucarístico en persona de Cristo y lo ofrece a Dios a nombre de todo el pueblo» (Ecclesia de Eucharistia, n. 28). En persona de Cristo significa que el sacerdote, en el momento de la consagración se identifica sacramentalmente “con el Sumo y Eterno Sacerdote, que es el autor y el principal sujeto de su propio sacrificio, en el cual en verdad no puede ser sustituido por ninguno” (Ecclesia de Eucharistia, n. 29). “El ministerio de los sacerdotes, en virtud del sacramento del Orden, en la economía de salvación querida por Cristo, manifiesta que la Eucaristía celebrada por ellos es un don que supera radicalmente la potestad de la asamblea y es insustituible en cualquier caso para unir válidamente la consagración eucarística al sacrificio de la Cruz y a la Última Cena”. El Misterio eucarístico, por lo tanto, “no puede ser celebrado en ninguna comunidad si no es por un sacerdote ordenado” (Ecclesia de Eucharistia, n. 29). Demos gracias al Señor por el “don incomparable” de la Eucaristía y pidamosle que mande santos sacerdotes a la Iglesia para que se perpetue en los siglos el sacrificio de la ecaristía.