La Resurrección de Cristo de Piero de la Francesca, realizado entre 1467-68, se encuentra al ingreso del Museo Cívico de Sanspolcro, en la Toscana. Este fresco fue identificado por el autor inglés Aldous Huxley como “la más grande obra de arte del mundo” y por Valsari como la más notable entre todas las obras de Piero de la Francesca.
Nos encontramos en el momento en que Cristo resurge de la muerte.
El Resucitado sale de modo majestuoso de la tumba teniendo firmemente en mano la bandera de la Resurrección que iconográficamente representa su victoria sobre la muerte. La atención del observador es completamente capturada por Cristo que se encuentra al centro de la representación.
A diferencia de todas las otras representaciones de la Resurrección, en ésta, Cristo porta un ropaje rosa que simboliza Su soberanía sobre toda la tierra. Su cuerpo nos recuerda la doble naturaleza de Cristo, aquella humana y la divina, la cual se hace ahora explícitamente presente en Su resurrección.
Los colores del cuerpo de Cristo y de la túnica que Lo reviste resaltan en contraste con el fondo obscuro del paisaje toscano, que por tal monocromía da mayor énfasis a la imponente figura de Cristo Resucitado.
En primer plano vemos la tumba de Cristo detrás de los guardias los cuales son dibujados durmiendo al pie del sepulcro. Esta separación muestra la diferencia entre la esfera terrestre y la divina. El guardia vestido de marrón, a la derecha de Cristo (comúnmente identificado como el autorretrato del artista) tiene la cabeza apoyada sobre la bandera de la Resurrección. Esta actitud representa la esperanza de cada uno de nosotros en la Resurrección, ya que “si Cristo no resucitó, entonces es vana nuestra predicación y vana es también nuestra fe” (1 Cor 15, 14).
Piero de la Francesca ambienta la escena del alba porque, como confirman los Evangelios, el Señor resurge al alba en el día después del sábado. Vemos así en la obra al sol surgir sobre el paisaje toscano que la hace de marco a la acción entera.
Observando el cuadro, se izquierda a derecha, el paisaje cambia. Se encuentra primero un paisaje invernal caracterizado por los árboles deshojados, y después, a la derecha, uno primaveral en el que desdibujan árboles verdes al fondo. Esta diferencia significa que la Resurrección de Cristo da una nueva vida y que nosotros nos convertimos en una “nueva creación” en Él (cfr. 2 Cor 5, 17).
Piero de la Francesca era un matemático y geometra y por esto la perspectiva geométrica de la obra aparece asombrosa. El fresco fue realizado de manera los guardias dormidos se encontraran a la altura del observador y que Cristo fuese visto “más arriba”, o sea, de lo bajo hacia lo alto,
Cristo observa directo, hacia el observador y nosotros tenemos una visión suya completa frontal.
La perspectiva creada por los árboles da la impresión de que Cristo se está acercando hacia el observador. Es como si el Señor resucitado entrase en el espacio del observador –el Señor Resucitado entra en nuestra vida llevándonos la esperanza de la Resurrección.
También la mirada penetrante de Cristo implica Su capacidad de entraren nuestra alma.
Preguntémonos si somos también como el guardia, durmiendo delante del Señor Resucitado, o si mantenemos nuestra mirada sobre Cristo y abrazamos la esperanza de la Resurrección, permitiendo así, a Su mirada amorosa, de donarnos aquella felicidad que está precisamente en el ser conscientes de que Él estará con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).
La colocación histórica del fresco revela una interesante combinación de elementos seculares y religiosos que han dado a la obra su particular significado.
El nombre de la ciudad donde fue realizado este fresco es Sansepolcro que significa Santo Sepulcro. La ciudad fue fundada en el siglo X por san Arcano y san Egidio que, de regreso de Jerusalén, llevaron consigo algunos fragmentos del Santo Sepulcro. De aquí el nombre de la ciudad.
Se dice que, antes de tomar las decisiones más importantes para la ciudad, los administradores rezaban delante de esta imagen, pidiendo al Señor guiarlos en las elecciones a hacer.
Y además es interesante notar como durante la Segunda Guerra Mundial, la presencia del fresco protegió toda el área de la destrucción. Durante la guerra, a las tropas aliadas que avanzaban, les fue dada la orden de bombardear la ciudad con el objetivo de poder matar a los posibles alemanes escondidos en el valle. Incluso, el Capitán inglés Clark, recordando la presencia del fresco de Piero de la Francesca en la ciudad, ordenó a sus hombres interrumpir los bombardeos que habrían inevitablemente destruido la ciudad y su patrimonio artístico. Al final, las tropas aliadas descubrieron que los alemanes ya se habían retirado de Sansepolcro y que por tal razón la ciudad entera podía legítimamente no ser bombardeada. Sansepolcro y los frescos de la Resurrección de Cristo estaban a salvo.
¡También una obra de arte puede hacer milagros!