La Santísima Trinidad, realizada por Lorenzo Lotto en 1523 en Bérgamo para la iglesia de San Alejandro de la Cruz, presenta una reflexión verdaderamente peculiar del misterio Trinitario. Se trata de una obra al óleo sobre lienzo, de 170 x 115 cm, actualmente almacenada temporalmente en el Museo Diocesano de Bérgamo.
El artista, hombre de profunda fe, caracterizado por una espiritualidad basada en la reflexión del misterio de la Encarnación, pasó muchos años al servicio del santuario de Loreto, donde tuvo la oportunidad de inspirarse directamente en la presencia del Casa de Nazaret, donde José y María vivieron con el Hijo de Dios hecho hombre durante unos treinta años.
Lorenzo Lotto organiza la representación de la Santísima Trinidad a partir del testimonio que Cristo da al Padre, su principal referencia está en Juan 12, 44-45:
Pero Jesús dijo claramente: “El que cree en mí no cree solamente en mí, sino en aquel que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado”.
Cristo es el centro, la parte visible del misterio Trinitario. Los ropajes que viste Cristo ondean al viento, sus colores azul y rojo recuerdan su doble naturaleza, divina y humana. En una sola imagen, Lorenzo Lotto recuerda múltiples misterios de la vida de Cristo: Jesús transfigurado en el Tabor, hasta Jesús resucitado que ascendió al Cielo.
Cristo Resucitado en el seno del Padre muestra a los fieles sus manos traspasadas por los clavos, abriendo los brazos en una actitud que recuerda la de la sombra de luz detrás de él. De hecho, Dios Padre está ingeniosamente representado como una forma de luz detrás y encima de Cristo, mientras que el Espíritu Santo aparece en forma de paloma como el día del bautismo en el río Jordán (ver Mt 3, 13-17; Mc 1,7-11; Lucas 3, 15-22). En las palabras del Evangelio de Juan 1, 18 encontramos la clave que ilustra la meditación del misterio trinitario que Lorenzo Lotto ha fijado en este lienzo: “Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único, él que está en el seno del Padre nos lo dio a conocer”. Bajo los pies de Cristo vemos el arco iris, signo de la Nueva y eterna Alianza entre el cielo y la tierra, sancionada para siempre por la Sangre de Cristo, que regresa al seno del Padre con las llagas de la cruz aún abiertas. El Verbo Divina lleva con consigo nuestra humanidad asumida de manera perenne. Ahora toda la humanidad en Cristo está guardada en el corazón Trinitario, esto significa que, a cada hombre, se le ha abierto una puerta, se le ha dado la posibilidad de entrar y vivir la Vida divina, preparada por el Padre, ofrecida a través de la obediencia y el sacrificio del Hijo y donada al mundo en gran medida por el Espíritu Santo.