El pasado 31 de octubre de 2012, nuestra Comunidad de las Misioneras de la Divina Revelación tuvo el grande privilegio de participar a la oración de las Visperas que el Santo Padre Benedicto XVI celebró en la conmemoración de 500 años de la inauguración de la bóveda de la Capilla sixtina.
Muchisimas veces hemos tenído la oportunidad de entrar en la Capilla acompañando a grupos de peregrinos que vienen de tantas partes del mundo, pero reconocemos que cada vez que entramos sentimos una emoción diferente, porque no nos cansamos de admirar toda la belleza que ahí está representada; pero esta vez experimentamos todavía una sensación de completa anonadación y pudimos constatar lo que dijo el Papa en la homilía de ese día: “La capilla Sixtina contemplada en actitud de oración es mucho más bella, mas auténtica, nos revela toda su riqueza porque en ella se contempla un Dios en acción con toda su potencia, que refleja la evidencia que el mundo no fue producido por casualida, si no que deriva de la inteligencia y la libertad del supremo acto de amor”.
De hecho, lo primero que podemos apreciar observando la bóveda, es un Dios en movimiento, un Dios que se divirtió creando y que cuanto creo le “parecia cosa muy buena” (Gn 1,31), porque todos sus creaturas somos parte de su misterioso proyecto de amor.
Fue una experiencia extraordinaria doblemente significativa, la parte historico-artística de un lado: es impresionante, solo pensar al tiempo que ha pasado désde aquel 31 de octubre de 1512, cuando el Papa Julio II recibió de parte del genio artístico Miguel Ángel el proyecto terminado después de cuatro años de arduo trabajo, en el cual manifestó el excepcional talento que continúa a provocar la admiración de las miles de personas que cada día visitan los Museos Vaticanos: cofre que conserva el tesoro de las raíces de nuestra fe.
Pero esta también, la parte espiritual: porque de cualquier forma la Capilla Sixtina es una aula litúrgia donde sucende el encuentro entre el cielo y la tierra, es ahí donde los Cardenáles reunidos en Cónclave eligen por gracia del Espiritu Santo al Vicario de Cristo en la tierra y éste recibe las llaves del Reino de los Cielos «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella» (Mt 16, 18).
Al continuar observando, a un cierto punto nuestra mirada se detiene en la pared principal, donde se encuentra el altar con el enorme crucifijo de madera que se antepone a la escena que presenta a un Dios Juéz poderoso, pero infinitamente misericordioso, que está por iniciar el jucio final, donde seremos juzgados de acuerdo a la medida en la que hayamos amado y no en lo que hayamos logrado.
La genialidad que presenta Miguel Ángel en esta obra realizada 25 años después que la obra de la creación en la bóveda es la misma, porque nos presenta dos obras en suspenso, que nos premiten imaginar de todo, pero sobre todo logran un dialogo entre los personajes de cada escena y el espectador.