Los Colores de la Virgen de la Revelación

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“La figura de la mujer celestial, tenía sus cabellos negros que ligeramente sobresalían del manto color verde que la cubria de la cabeza a los pies. Bajo el manto verde vestia una tunica candidísima, a la cintura la ceñía una faja luminosa color rosa… Soy aquella que está en la Trinidad Divina, soy la Virgen de la Revelación”.

Con esta palabras Bruno Cornacchiola nos describe a la Virgen María y nos da a conocer el título con el cual la Madre de Dios se presentó el 12 de abril de 1947.

Pero, ¿cual es el simbolismo de estos colores que la envuelven? Regresemos a las palabras de la Virgen: “Soy aquella que esta en la Trinidad Divina”. Es evidente el lazo inseparable de María con la Santísima Trinidad. Es precisamente esto lo que se oculta detrás de estos colores.

El Verde simboliza al Padre, el Creador, que dona la tierra al hombre con el finalidad de que el hombre le saque provecho. La Virgen de la Revelación, por su parte promete: “con esta tierra de pecado (la tierra de la gruta), realizaré grandes milagros para la conversión de los incredulos”. Esta tierra, por lo tanto, santificada con la presencia de María, es hoy el medio por el cual la Virgen realiza conversiónes y milagros renovandonos espiritualmente.

El Blanco simboliza al Hijo, o sea, el Logos eterno, que se hizo hombre en el seno de la Virgen María y vino a librarnos de la esclavitud del pecado. Èl, el Cordero sin mancha, exento del pecado, asume libremente en si mismo el pecado de la humanidad para adminirnos de nuevo al gozo de la “Visión beatífica” del Padre en la vida eterna.

El Rosa simboliza al Espíritu Santo, el amor, el Espíritu de Dios que todo mueve, ilumina, enciende y guía en la libertad. Aquel espíritu presente siempre en la vida de María, que la preservó del pecado, que después del “si” descendió sobre Ella dando inicio a la Encarnación del Logos y que siempre la guió.

Esta es la imagen de la Virgen de la Revelación imponente de frente a nuestros ojos, revela la pertenencia de María a la “Santísima Trinidad”, porque Ella es la Hija del Padre, la Madre del Hijo y la Esposa del Espíritu Santo, como ella misma refirió a Bruno.