Nuestro vivo deseo es de llenarnos cada véz más del amor de Dios, para poder donarlo a esta humanidad tan necesitáda de sentirse amada y considerada. Hemos renunciado a todo, pero no a amar, antes bién, precisamente porque estamos libres de todo lazo terreno, podémos dedicarnos totalmente a los demás.
Nuestra vocación es pertenecer totalmente a nuestro Señor Jesucristo, y por él ser punto de referencia y de apoyo para tantos hermanos en el camino de la fe y en la búsqueda de la verdad.
El secreto de nuestro apostolado misionero, está en la intensa vida de oración y de unión con Dios, plantada en el terreno fecundo de la espiritualidad católica: “Contemplata aliis tradere”, transmitir a los demás las cosas contempladas, según la frase de San Tomas de Aquino. Con este espíritu, queremos difundir el conocimiento de la Divina Revelación, bajo la guía del magisterio de la iglesia; y todo a través de un fiel testimonio de vida y un apasionado empeño apostólico, sostenido de una profunda vida interior, siempre atenta a ser positiva y propositiva, sin ningún complejo de inferioridad de frente al espíritu del mundo; pero con el humilde calor de quien no se propone a sí mismo, sino a “Cristo que es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hebreos 13,8), seguras de que para vencer se tiene la verdad y el amor, y no el compromiso de sentirse más que los demás.
A María Virgen de la Revelación, dedicamos nuestra vida con el deseo de donar a las generaciones del III milenio, Cristo Jesús, “único mediador entre Dios y los hombres” para conducirlos al verdadero sentido de la vida: alcanzar la plena comunion con Dios.