Cuando esta pregunta aparece en la vida de una persona, llena su corazón de dudas. Esta se siente repentinamente dentro de una nube de preguntas que, a pesar de los esfuerzos, no desaparece. No podemos saber la respuesta, pero vamos a ver por qué.
Dios es como un alfarero que nos invita a bajar a su taller, mostrándonos el trabajo que está haciendo y, acercándose con las manos manchadas de barro, nos dice: “Es un regalo para ti”. Todos quedamos sorprendidos ante la idea de que el Todopoderoso ha puesto su mirada en nosotros y que ahora no podemos prescindir de Él. La pregunta espontánea surge aquí: “¿Por qué?”.
Seguramente te gustaría decirle que no estas preparada, que es mejor que Él cambie de idea, que no puedes porque tal vez tienes tantos proyectos, tal vez tienes que terminar la escuela, un novio que deberías dejar, un trabajo por el cual has luchado por obtener y esta solicitud pesa por todo lo que podría cambiar. Sólo que esa mirada ha capturado tu corazón. Frente a esto, el alma tiembla.
Es importante decir que estamos hechos de cerebro y corazón. El corazón reconoce el propósito por el cual el Creador comenzó a hacerlo latir, va directamente hacia la meta. Sin embargo, la razón, herida por el pecado original, por sí sola no alcanza la meta, pero ayuda al corazón, junto con la fe, a encontrar el camino para llegar a su objetivo. Ahora, cuando el corazón percibe una verdad, la razón interviene con objeciones, como ves, es todo normal.
Es humano preguntarnos la razón de una idea que es casi una locura en el 2019, pero tenemos que entender bien qué significa ir al fondo de tal deseo. Mientras tanto, la palabra deseo se deriva del latin “de-sidera”, algo que tiene que ver con las estrellas, con el Infinito. Por lo tanto, es maravilloso acordarnos que un deseo tiene la marca del cielo.
Desde el cielo viene y hacia el cielo va, como nosotros, y es precisamente por esta razón que vale la pena vivir estos deseos profundos que llenan nuestros corazones humanos.
Es importante ser conscientes de esto para explicar la importancia de cumplir el deseo de Dios para nosotros, nuestra vocación.
Pídele a Dios el coraje del amor, y no tengas miedo, porque es algo enorme, es verdad, pero si pensamos a ser ordinarios, perdemos el espectáculo de ser extraordinarios. Así que no te contentes con una objeción como “¿por qué yo?” la respuesta es solo el amor; Luego da la vuelta y mira con cuidado: los ojos de Cristo te están mirando. Coraje, míralo, sonríele, y, firme en Su corazón, permite a ti mismo de hacer el viaje.