El mes de marzo trae consigo la celebración litúrgica de una mujer que, junto con San Pedro, San Pablo y San Felipe Neri, fue erigida como patrona de Roma: Santa Francisca Romana. El amor de su ciudad hacia ella se hizo evidente de inmediato, tanto que el nombre de "Romana" se le impartió no al nacer sino después de su muerte por decisión unánime del Senado de Roma, que identificó en ella la Advocata Urbis, Abogada de la Ciudad. La santa vivió en la primera mitad del siglo XV, en una ciudad preocupada por feroces venganzas de familias romanas y empobrecida por hambrunas y epidemias.
Su monasterio, el de Tor de ’Specchi, ubicado entre el Teatro de Marcello y Santa Maria en Aracoeli, revela cada año sus maravillas en el día del aniversario litúrgico de su fundadora: el 9 de marzo.
La Virgen y el Niño con la santa romana Francisco de Orazio Gentileschi
Monasterio de las Oblatas de Santa Francesca Romana por Alexander Russy
Francisca, una mujer llena de dones celestiales, a menudo llamada por los romanos Ceccolella, nunca se negó a hacer lo que el Señor le pidió a pesar de que estaba lejos de sus planes. De hecho, a pesar de que había manifestado a su padre el deseo de consagrarse desde que era una niña, estaba destinada a casarse con un miembro de una rica familia de la época Lorenzo Ponziani a quién Francisca le dio tres hijos, de los cuales, solo uno sobrevivió.
En esta íntima unión con Dios, Francisca cuidó a su familia y a todos aquellos que percibía necesitaban ayuda material y espiritual. Después de muchos años de servicio, un grupo de mujeres se reunió a su alrededor porque querían consagrarse al Señor. Así nacieron las Oblatos de la Santísima Virgen, fundadas por Francisca el 25 de marzo de 1433, el día de la Anunciación. El pequeño grupo se fue inmediatamente a vivir a una casa pobre cerca del Capitolio, en un palacio llamado Tor de’ Specchi, Torre de los espejos. El "gran negocio", como lo llamaba, había comenzado, aún si la santa no pudo unirse al grupo de sus hijas espirituales porque su esposo Lorenzo todavía estaba vivo y gravemente enfermo. Sin embargo, el cuidado de su esposo que el Señor había puesto a su lado no fue para Francisca motivo de queja, por el contrario, ella amaba sincera y castamente a Lorenzo y lo ayudó hasta el final. Tras la muerte de su cónyuge, libre de los compromisos del matrimonio, Francisca estaba lista para unirse a sus compañeras. Las lágrimas de la nuera o de los nietos no sirvieron de nada.
Francisca tenía 51 años, cuando finalmente cruzó el atrio de Tor de 'Specchi para siempre a fin de coronar lo que, desde su niñez, había sido el mayor deseo de su corazón: consagrarse al Señor. Su reputación de santidad era ahora bien conocida en toda la ciudad e innumerables fueron las gracias y los milagros que los fieles obtuvieron cuando recurrieron a su intercesión.
Incluso hoy, al pasar por la puerta del monasterio de Tor de ’Specchi, en la visita habitual del 9 de marzo, vemos a un tesoro que revela cada vez más su preciosidad. La antigua estructura del siglo XV conserva todo su encanto centenario junto con las decoraciones de las paredes.
María entre los santos Benito y Francisca
El corazón de la visita es sin duda el oratorio o la capilla antigua de la comunidad que fue completamente pintada al fresco por Antoniazzo Romano con 25 paneles, terminados en 1468, que representan escenas de la vida de la santa acompañadas de un título en italiano vulgar que explica su contenido. Entre ellos, el que más llama la atención es aquel ubicado sobre el altar en el que se puede observar a María entre los santos Benito y Francisca y la visión que la santa tuvo del infierno.
Pero los tesoros de Tor de ’Specchi no terminan allí. De hecho, se puede visitar también la habitación de la santa donde se guarda su ropa de viuda y donde ella misma tuvo numerosos éxtasis y repetidos ataques del diablo. La larga pared pintada al fresco por un autor desconocido en 1485 en monocromo alude a estos episodios, que inmediatamente captan la atención de quienes pasan por allí.
Luego, no se puede olvidar, el coro de la Santísima Anunciación donde las hijas espirituales de Santa Francisca Romana, tanto ayer como hoy, recitan el Oficio Divino. Este espacio sagrado, ricamente decorado mediante el uso ingenioso de mármol, frescos y pinturas, está coronado por un magnífico techo artesonado dorado que data de 1601 el cuál presenta un relieve central de Francisca y de su ángel de la guarda que, ya en 1403, la santa podía ver a su lado. Y mientras en la cuenca absidal San Miguel Arcángel domina entre los ángeles, detrás del altar está el hermoso cuadro de Alessandro Allori de la Anunciación originario del siglo XVI.
Muchas más son las maravillas en las que el ojo se pierde al cruzar la puerta del monasterio de Tor de 'Specchi. Es imposible describir todos los tesoros que alberga el mismo y aún más indagar exhaustivamente la riqueza y la profundidad de Santa Francisca Romana que fue modelo de esposa, madre, viuda y consagrada. Que desde el Cielo continúe siendo nuestra Advocata Urbis, una joya de rara belleza colocada entre las glorias de los santos de la diócesis de Roma.