En Roma, sobre la vía Nomentana, a cerca de 2 kms. de Puerta Pía, se encuentra el complejo de Santa Inés que incluye los restos de la Basílica constantiniana, el Mausoleo de Constanza y la Basílica honoriana del siglo VII, cuyo nivel se localiza muchos metros por arriba del paso peatonal. Hay que bajar 43 largas escalerillas, divididas en ocho niveles. En el último nivel de la escalera, sobre la pared izquierda, hay fija una placa de mármol del 357, que formaba parte del sepulcro de la mártir que mandó arreglar el Papa Liberio (352-366). Al centro está representada la pequeña mártir Inés en actitud orante, envuelta en una amplia dalmática, la túnica corta que portaban los romanos. El artista desconocido ha logrado trazar un delicado retrato espiritual de la joven mártir. El rostro redondo y las mejillas rechonchas iluminadas de una sonrisa ligera y serena, mientras la cabeza es coronada de una suave y ondulada cabellera de rizos a cascada. El Papa Dámaso (336-384), gran devoto de los mártires, hizo grabar sobre una placa de mármol versos que narran la historia de la mártir.
Oh alma (Inés), digna de que yo te venere, santo decoro del pudor, te pido, oh ilustre Mártir, que seas propicia a las preces de Dámaso.
La Santa Mártir Inés murió el 21 de enero, durante la última persecución, infringida por el emperador Diocleciano a los cristianos, en un año entre el 303 y el 305 d.C.
La Tradición cuenta que Inés era una jovencita cristiana de doce años que quería vivir enteramente por su Jesús, sirviendo a los pobres. La pequeña Inés extraía su fuerza y su coraje de la Eucaristía, que los cristianos celebraban al ponerse el sol reuniéndose secretamente en alguna casa, domus ecclesiae, para celebrar la “fractio panis”. Como está escrito en los Hechos de los Apóstoles, 2, 42: “Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración”.
Fue inmediatamente notoria por su belleza y pedida por esposa para el hijo del prefecto de la ciudad de Roma, pero al rechazarlo, fue obligada a rendir honores a los dioses. Fue empujada al templo de la Diosa Vesta y fue obligada a mostrarse desnuda pero ella, corderillo de Dios, se escondió detrás de sus largos cabellos. Nadie osó violarla; le colocaron violentamente la cabeza sobre una piedra y el verdugo con la espada la degolló, como se hace con los corderos cuando están con el carnicero. Sus padres rescataron el cuerpo y le dieron sepultura en un pequeño espacio sobre la Vía Nomentana. Sobre la tumba de Inés, rezaba y lloraba Emerenziana, su hermana, fue descubierta por una turba de crueles paganos que después de haberla escarnecido, la golpearon a muerte lapidándola.
Todavía hoy los cuerpos de Inés y de Emerenziana reposan en paz en una espléndida urna de plata, regalo del Papa Paulo V Borguese (1605-1621), bajo el altar mayor de la Basílica, sobre la vía Nomentana.
Sobre el mismo altar, cada año, el 21 de enero (día en que la Iglesia recuerda a la Santa), se bendicen dos corderillos, cuya lana se tejerá por las madres benedictinas de Santa Cecilia en el Trastévere para hacer los sacros palios.
El palio es una estola de lana blanca con cinco cruces rojas, símbolo del dulce yugo de Cristo, el buen Pastor, que toma sobre sí la oveja perdida y sus llagas; la parte final de los bordes del palio es de color negro para indicar los pasos de las ovejas que los Obispos y Pastores deben cuidar. El palio es impuesto por el Papa en la solemnidad de san Pedro y san Pablo, el 29 de junio, a los nuevos arzobispos metropolitanos, para recordar la especial comunión que los liga a la Sede apostólica.
Esta es la tradición de la Iglesia.