El 4 de febrero de 2017 celebramos el segundo de los primeros cinco sábados del mes en reparación al Corazón Inmaculado de María. Este mes repararemos en particular la segunda blasfemia contra la Virgen que Jesús mismo se identifica en los ataques y en la incredibilidad de la virginidad de María.
Desde el principio, la Iglesia siempre ha creído en la perpetua virginidad de María que es la única creatura definida virgen, antes, durante y después del parto. Esto es también el motivo por el cual la Iglesia se dirige a la Virgen Santísima con el título antiguo de Aeiparthenos o de María Siempre Virgen (cfr. CCC 499).
Antes y durante el parto
¿Cómo es posible que la Iglesia declarara virgen a María antes y durante el parto? En primer lugar podemos adherirnos a la misma palabra de la Escritura. La profecía de Isaías que anuncia el nacimiento del Mesías e indica el signo para reconocer su venida, afirma, “He aquí: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emmanuel” (Is 7,14). Pon atención a las palabras utilizadas por el profeta, se nota que los dos verbos concebirá y dará a luz tienen por sujeto siempre a la Virgen. Esto significa que María no es sólo virgen cuando concibe al hijo por obra del Espíritu Santo, pero también cuando da a luz: la integridad virginal de María no se vio comprometida por la concepción y el nacimiento del hijo.
Sin embargo, todavía más emocionante es el testimonio que María misma nos deja recelo a las palabras del Ángel que le anuncia la concepción en su seno del hijo de Dios, “No conozco hombre” (Lc 1,34). María sabe bien que es virgen y se da cuenta que no existe ningún medio natural que permite lo que el ángel afirma.
Una homilía del Concilio de Éfeso explica como la Virgen María permanece pura a pesar haber dado a luz: << La mujer que da a luz a una carne común pierde la virginidad. Pero cuando nace en la carne el Verbo, entonces Dios custodia la virginidad, revelándose aquí como Verbo. Como de hecho nuestro verbo mental no corrompe la mente cuando se habla, así ni el Verbo sustancial que es Dios, queriendo nacer, viola la virginidad>> (Concilio de Éfeso (P. III, Cap. Ix)).
María permanece virgen después del nacimiento de Jesús
La Iglesia enseña que María permaneció virgen después del nacimiento del Hijo. Los que dudan de esta verdad citan a menudo en su favor los versos que se refieren a los “hermanos” de Jesús mencionados en el Evangelio de Mateo (Mt 12,46; 13,55 a 56), o también aquel que afirma que María dio a luz a su “Hijo primogénito” (Mt 1,24 a 25), aludiendo así a la presencia de otros hijos. A estas objeciones es fácil responder, dado que en el antiguo mundo judío no existiera la palabra “primo” y el término “hermano” se utilizan comúnmente para referirse a los hermanos, primos, compatriotas y amigos cercanos. El uso de esta palabra no indica necesariamente la hermandad de sangre.
En Israel entonces, “el primogénito” era ofrecido al Señor, pero esto no implicaba necesariamente el nacimiento de otros hijos. Esto se revela claramente al pie de la Cruz cuando Jesús entrega a su madre a Juan (Jn 19,26-27); si hubiera habido hermanos de sangre de Jesús sin duda que iban a hacerse cargo de María.
La importancia de esta doctrina
La importancia de la virginidad perpetua de María viene por su vínculo intrínseco con la Encarnación. Dios podía hacerse hombre en la forma en que prefería y decidió nacer de una virgen. Esta es una fuerte señal de que enfatiza la iniciativa absoluta de Dios en llevar la salvación al género humano.
¿Cuáles son las blasfemias contra la virginidad de María Santísima que debemos solucionar?
1. La negativa a aceptar que nuestro Señor nació de una virgen.
2. La negativa a aceptar que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.
3. La creencia errónea que sostiene que María tuvo otros hijos.
4. La negativa a creer que María y José vivían un matrimonio casto.
¿Cómo reparar las ofensas al Corazón Inmaculado de María?
Ofrecer los cinco primeros sábados del mes en reparación por las blasfemias contra la perpetua virginidad de María.
Medite en la profunda enseñanza de San Agustín, “María permaneció virgen al concebir a su Hijo, virgen embarazada, virgen en el parto, virgen madre, virgen perpetua” (Sermón 186, 1).