El tercer domingo de Adviento se llama domingo en Gaudete por las palabras de la antífona de ingreso: “Estén siempre alegres en el Señor; 5 se lo repito, estén alegres. El Señor está cerca.” (Fil 4: 4-5). En este domingo se celebra una importante tradición: la bendición los Niños Jesús por parte del Papa en la Plaza de San Pedro.
La ceremonia comienza con el rezo del Ángelus, que es una meditación sobre el misterio de la Encarnación del Señor. Luego, el Papa invita a los niños a elevar sus estatuillas del Niño Jesús para sus pesebres, mientras el Santo Padre les da la bendición. Después de la bendición, regresan a casa para guardar sus estatuillas del Niño Jesús en un lugar especial, hasta que los colocan en el pesebre el día de Navidad.
Mirar las pequeñas figuras del Niño Jesús es una invitación a contemplar la maravillosa realidad de la Navidad. Dios, creador del cielo y de la tierra, abandona el cielo para hacerse niño y de esta manera acercarse a los hombres. La inocencia y la belleza del niño divino nos invitan a responder, preparándole un lugar en nuestro corazón. La sencillez del Domingo de los Niños Jesús es una invitación a nuestro complejo mundo a recordar la cercanía de Dios en todas las situaciones que afrontamos y que esto es un verdadero motivo de alegría para nosotros. Las estatuillas del Niño Jesús son una invitación a vivir una auténtica Navidad, imitando a los niños que aman con amor a “su” Niño Jesús que se acerca para traernos amor, gran alegría y consuelo.
El año pasado el Papa Francisco dio este consejo a los niños: “Cuando recen en casa, frente al pesebre con su familia, déjense atraer por la ternura del Niño Jesús nacido pobre y frágil entre nosotros para darnos su amor”.
Continuamos nuestro viaje de Adviento continuando a preparar un lugar para el Niño Jesús en nuestros corazones. Que nuestra Santísima Madre nos bendiga y nos ayude a hacer de nuestro corazón una cuna llena de amor en la que depositar a su Hijo Jesús.