El capítulo 6 del Evangelio de San Marcos se abre con el rechazo de Jesús por parte de los ciudadanos de Nazaret. Entonces, Jesús, deja su país, pero no renuncia a la misión confiada por el Padre de anunciar el Reino de Dios, antes bien, para intensificarla, fue ayudado por los discipulos: “Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos” (Mc 6,7). De este modo Jesús los prepara para que se conviertan en testigos y puedan continuar con su obra de salvación.
En los versículos 30-33 San Marcos narra el regreso de los discípulos de su misión y de como ellos cuentan a Jesús los frutos de esta “todo lo que habían hecho y enseñado” (Mc 6,30). Jesús se pone contento por ellos y comprende su cansancio, por esto los invita “a un lugar desierto” (Mc 6,31) “para descansar un poco”. Jesús conoce bien la fatiga que la misión implica y sabe también, que es importante recuperar las furzas, porque, también Èl algunas veces, se retiraba en lugares desiertos. Por ejémplo, después del sábado en Cafarnaúm (Mc 1, 35) para relajarse y recuperarse en la oración a través de un contacto más fuerte con Dios Padre. El descanso de Jesús, no fue nunca un descanso en si, separado de la oración o de las enseñanzas a los discípulos, antes bien, aprovechaba de estas circunstancias para impartir a sus discípulos las enseñanzas más profundas sobre el Reino de Dios. Aunque en los momentos de descanso, Jesús fue siempre disponible para los demás, no se hacheba para atrás de frente a las necesidades de los demás. De hecho, mientras se dirigía con sus discípulos con la barca hacia un lugar solitario, la multitud lo vió e intuyó la dirección de su recorrido y se adelantó por la orilla. Jesús tubo compasión de esta multitud, no la evito, más bien fue a su encuentro y se puso a enseñarles muchas cosas.
El comportamiento de Jesús es un ejémplo para todos los cristianos, sobre todo para aquellos que por vocación han sido llamados a ser misioneros en el mundo. Quien ha sido elegido por Dios para dedicar toda su vida a Èl y al prójimo, no pertenece más a sí mismo, es expropiado de sí mismo, como dijo el Santo Padre Benedicto XVI en la homilía a los sacerdotes durante la Misa Crismal. Al mismo tiempo, siempre el Santo Padre, el 10 de junio de 2010, con ocasión del encuentro internacional de los sacerdotes, en la clausura del Año Sacerdotal, subrayó la importancia del descanso en la vida pastoral: “Necesitamos con humilidad reconocer los propios limites y saber que nada podemos hacer por sí solos, se necesita aceptar la eyuda de los demás y cuando hay posibilidad, descansarse: También esto es trabajo pastoral: encontrar y tener la humildad, el valor de descansar”. Pero el descanso, se vive en coherencia con la propia vida cristiana, el cristiano es tal, las 24 horas del día y vive su descanso sin olvidarse de Dios; para el sacerdote y el religioso es exactamente lo mismo, ellos no dejan de serlo por el hecho de estar en vacaciones. Este es el ejémplo que Jesús da a sus discípulos: los invita a descansar, pero de frente a las necesidades del pueblo de Dios, no se hecha para atrás. Que así sea para cada uno de nosotros.